Cuando se elimina un bosque y el terreno es destinado, por ejemplo, a la
explotación agrícola o ganadera, disminuye en gran medida la capacidad de la
superficie terrestre para controlar su propio clima y composición química.
"Los
árboles crean oxígeno, elemento que sabemos bien, necesitamos para respirar. Esa
sola circunstancia parecería motivación suficiente para dejarlos intactos. En
calidad de pulmones del planeta, los bosques trabajan las 24 horas para extraer
el dióxido de carbono del aire (proceso denominado "captura de carbono") y
brindarnos oxígeno a cambio.
En
nuestros días, muchos científicos preocupados por el cambio climático investigan
toda clase de ardides intrincados, caros y artificiales para capturar el carbono
de la atmósfera con la esperanza de moderar el cambio climático. A mí me parece
un despropósito. Ya tenemos un sistema natural que, además de capturar el
carbono de la atmósfera, nos brinda el tipo exacto de aire que necesitamos para
respirar: el sistema de nuestros árboles. ¡Y sus servicios son gratuitos! No
puede pedirse mucho más.
Y
aun hay más: los bosques cumplen otros servicios vitales. Recolectan y filtran
nuestra agua dulce, con lo cual mantienen el ciclo hidrológico general del
planeta y moderan inundaciones o sequías. Conservan la salud del suelo porque
sostienen en el lugar la fértil capa superficial, rica en nutrientes. ¿Cómo se
nos ocurre destruir a tan indudables aliados?" Investigadora Annie Leonard
130.000 Km² es la superficie de
bosques derribados cada año
bosques derribados cada año
Una de las mayores amenazas para la vida
del hombre en la Tierra es la deforestación. Esta actividad que implica “desnudar
el planeta de sus bosques” y de otros ecosistemas como de su suelo, tiene
como resultado un efecto similar al de quemar la piel de un ser humano. ¿Por qué
decimos esto? Sin lugar a dudas, los bosques ayudan a mantener el equilibrio
ecológico y la biodiversidad, limitan la erosión en las cuencas hidrográficas e
influyen en las variaciones del tiempo y en el clima. Asimismo, abastecen a las
comunidades rurales de diversos productos, como la madera, alimentos,
combustible, forrajes, fibras o fertilizantes orgánicos.
En el marco de esta actividad, La
Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente y (CNUMAD) establece
que la protección ambiental es una parte integrante de desarrollo, que debería
tener como objetivo aliviar la pobreza y lograr un equilibrio entre la
eficiencia económica y la sostenibilidad. Se reconoce por parte de este
organismo internacional, que todos los bosques del planeta deben ser objeto de
una ordenación sostenible, que garantice sus servicios y beneficios sociales,
económicos y ecológicos.
Los bosques y el régimen de lluvias
Una de las funciones más importantes de
los árboles es su capacidad para la evapo-transpiración de volúmenes
enormes de agua a través de sus hojas. Este proceso comienza cuando el agua, por
efecto del calor del sol, se evapora (pasa del estado líquido al gaseoso) y se
incorpora a la atmósfera como vapor de agua. A medida que asciende y por
disminución de la temperatura, el vapor de agua se condensa (se convierte en
pequeñas gotas) formando las nubes. El agua condensada en las nubes cae
finalmente en forma de lluvia sobre los continentes, permitiendo así el
crecimiento de los árboles y de sus raíces, como también el de otros organismos
vivos.
Por otro lado, una vez que sus hojas
caen estas se pudren en el suelo, determinando, su enriquecimiento; ya que los
nutrientes son reciclados rápidamente por las bacterias del terreno, cerrándose
así un ciclo. Es decir entonces, que si se eliminan los árboles, la lluvia
cesará, pues ambos factores se encuentran estrechamente relacionados. Sin la
lluvia, la tierra comenzará a morir, produciéndose una fuerte erosión y la zona
de bosque se convertirá finalmente en un desierto.
Sin lugar a dudas podemos citar ejemplos
del fenómeno que se vino explicando. Tal es el caso del desierto de Harrapan, en
Pakistán. Inicialmente se trataba de una zona rica en bosques, que disfrutaba de
un régimen de lluvias adecuado gracias a los monzones (vientos estacionales):
resultado así una buena muestra de ecosistema forestal auto sustentador. Los
bosques fueron talados gradualmente por los ganaderos, que necesitaban hierbas
para sus rebaños. La precipitación en forma de lluvia se mantuvo en la región,
hasta que la tala masiva afectó a más de la mitad del territorio. Como
consecuencia, las lluvias cesaron y el área se volvió árida y los bosques
circundantes murieron también. En la actualidad la zona es un semidesierto,
capaz de mantener tan sólo a una pequeña cantidad de personas y otros
organismos que antes vivían del bosque.
Otro ejemplo es la Cuenca Amazónica,
compartida por siete países, con una extensión de 6.700.000 km2. Casi 70% de
esta se encuentra en Brasil (representando un 30% de la selva tropical que
queda en el planeta). Parcelas de ellas que contienen la mayor diversidad
biológica, colindan con terrenos talados y quemados a los que se les dará uso
agropecuario. Al ritmo actual de deforestación y sumado al continuo cambio
climático, los científicos aseguran que en dos decenios se destruirá 40% de la Amazonia y que otro 20% se degradará.
La deforestación, por tanto, puede
ocasionar la extinción local o regional de especies, la pérdida de recursos
genéticos, el aumento de plagas, la disminución en la polinización de cultivos
comerciales o la alteración de los procesos de formación y mantenimiento de los
suelos (erosión). Asimismo, impide la recarga de los acuíferos y altera los
ciclos biogeoquímicos. En suma, la deforestación provoca pérdida de diversidad
biológica a nivel genético, poblacional y eco sistémico.
Europa
es el único continente donde los bosques progresan. Reemplazan las tierras
agrícolas, menos utilizadas que antaño. Pero estos bosques son menos naturales
que los antiguos: el 74% de los bosques europeos han estado, de hecho,
amenazados o han sido transformados. Los países europeos con mas bosques son
Suecia y Finlandia. El bosque ocupa alrededor de un 70% de las tierras.
Causas
La deforestación, como todo proceso
tiene sus causas fundamentales. Entre ellas pueden citarse: el cambio del uso
del agua para actividades ganaderas y agrícolas, los incendios y enfermedades
forestales o la tala incontrolada de árboles. En la actualidad, la
deforestación de los bosques tropicales constituye una auténtica amenaza. Si
analizamos estadísticamente tasas de deforestación en las distintas áreas
ecológicamente importantes —bosques tropicales húmedos, bosques tropicales
secos, bosques de llanura, bosques de montaña—, se puede concluir que, en los
últimos años, este proceso ha resultado mucho más intenso en las zonas secas y
semiáridas, especialmente en las montañas.
Esto es comprensible, dado que las áreas
de mayor altitud o más secas resultan más adecuadas para la ganadería. Los
suelos de estas regiones, en general, son más ricos y fácilmente cultivables que
los suelos viejos de las llanuras tropicales, prácticamente lavados de todo tipo
de nutrientes. Además de las restricciones agronómicas, hay que tener en cuenta
la limitación que supone para la colonización la presencia de diferentes
enfermedades, como malaria o fiebre amarilla, mucho menos extendidas en zonas de
montaña o secas que en áreas húmedas.
Anualmente perdemos 13 millones de
hectáreas de bosque nativo en el mundo, especialmente los bosques tropicales
tanto en Asia, como en África y América. Si nos detenemos en Argentina, se ha
producido una importante disminución de la selva en Misiones, Salta y Jujuy. Una
de las principales causas de la deforestación es la explotación maderera. En
algunos casos se aprovechan las maderas de los árboles nativos y en otros la
deforestación se produce para realizar plantaciones forestales. También se tala
el bosque, se aprovecha la madera y luego las tierras se destinan a la
agricultura.
Sin lugar a dudas esta actividad genera
serios problemas, ¿por qué? Porque no sólo afecta al medio ambiente, sino genera
problemas sociales, afectando sobre todo a millones de personas que viven en el
bosque y que obtienen de ellos sus medios de vida. Si bien existen regulaciones
a nivel nacional para evitar la depredación de este recurso, muchas de las
empresas no cumplen las normas, explotando los bosques con una intensidad y
velocidad que no permite la regeneración de estos bastiones ecológicos.
Por mencionar sólo una razón
más que por sí sola debería bastar para que no sigamos adelante con la pésima
idea de talar bosques y selvas: un cuarto de nuestros medicamentos derivan de
allí, en especial de las selvas tropicales. El curare, un anestésico y
relajante muscular que se usa en cirugías; el ipecac, para tratar la
disentería, y la quinina, para la malaria, son apenas unos pocos
ejemplos. No hace mucho tiempo, los químicos occidentales se fascinaron con una
planta nativa de las selvas tropicales de Madagascar, la vinca rosada, al
enterarse de que los curanderos de la isla la usaban para tratar la diabetes.
Esta planta de flores rosas resultó tener propiedades anticancerígenas, y ahora
se emplea en la fabricación de dos medicamentos: la vincristina y la
vinblastina. La primera sirve para tratar la enfermedad de Hodgkin; la
segunda demostró ser una droga maravillosa para los pacientes de leucemia
infantil, cuyas posibilidades de supervivencia se han elevado al 95% desde el
escaso 10% diagnosticado antes de que se descubriera la planta.
La necesidad de un desarrollo sostenido
A La incidencia de la población sobre el
mantenimiento de los bosques reviste caracteres de especial gravedad en el caso
de la Amazonia, donde la llegada de campesinos a partir de la segunda mitad del
siglo XX ha venido a trastocar el equilibrio ambiental mantenido por los pueblos
aborígenes que utilizaron de los mismos durante milenios, sin que su estado de
conservación resultara afectado sustancialmente. El establecimiento de nuevos
colonos en estas zonas se ve favorecido por la existencia de programas
gubernamentales, que conceden títulos de propiedad a los campesinos que
convierten un terreno baldío en terreno productivo. Con frecuencia, los colonos
talan no sólo la parcela de terreno que les ha sido asignada, sino una
superficie mucho mayor. Por otro lado, el acceso a la región de estas nuevas
poblaciones se ha visto favorecido por la presencia de carreteras, construidas
para facilitar la explotación de estas áreas, como consecuencia de la presión
que ejercen las empresas madereras, mineras y petrolíferas.
Así pues, en casos como el apuntado, la
solución a los problemas que afectan los bosques pasa por un desarrollo
sostenible de los recursos y una fuerte voluntad política de poner fin a la tala
indiscriminada. Además, es preciso el reconocimiento de los derechos
territoriales de los pueblos aborígenes que han demostrado estar comprometidos
con la conservación de los bosques, y evitar la migración de los campesinos
hacia estas zonas. Esta última condición precisa de una redistribución
equitativa de las tierras agrícolas, de tal forma que la supervivencia y la
calidad de vida del campesinado queden aseguradas y sea innecesaria la migración
y la consiguiente deforestación.
Entre
2000 y 2005 la deforestación se ha agravado en América del Sur y el sureste
asiático. Por el contrario , se han destruidos menos bosques en America Central
y en África. El balance entre la destrucción y el progreso de los bosques hace
que se pierdan todos los años unos 83.000 Km2 de superficie arbolada.
Cómo combatir la deforestación
De acuerdo con las recomendaciones de
las Naciones Unidas, existen diversas medidas encaminadas a frenar el proceso de
deforestación. Por un lado, los programas forestales de cada país, los cuales
deben hacer partícipes a todos los interesados e integrar la conservación y el
uso sostenible de los recursos biológicos. Asimismo, las capacidades nacionales
de investigación forestal deben mejorarse y crear una red para facilitar el
intercambio de información, fomentar la investigación y dar a conocer los
resultados de las distintas disciplinas.
Es necesario llevar a cabo estudios que
analicen las causas de la deforestación y degradación ambiental en cada país, y
debe fomentarse la cooperación en temas de transferencia de tecnología
relacionada con los bosques, tanto Norte-Sur como Sur-Sur, mediante inversiones
públicas y privadas, empresas mixtas, etc. Por otro lado, se requieren las
mejores tecnologías de evaluación para obtener estimaciones fidedignas de todos
los servicios y bienes forestales, en especial los que son objeto de comercio
general.
Mejorar el acceso al mercado de los
bienes y servicios forestales con la reducción de obstáculos arancelarios y no
arancelarios al comercio, constituye otra de las vías posibles, así como la
necesidad de hacer un uso más efectivo de los mecanismos financieros existentes,
para generar nuevos recursos de financiación a nivel nacional como
internacional. Las políticas inversoras deben tener como finalidad atraer las
inversiones nacionales, de las comunidades locales y extranjeras para las
industrias sostenibles de base forestal, la reforestación, la conservación y la
protección de los bosques.
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